miércoles, 1 de octubre de 2008

La liviandad es un filo

Si te digo liviandad, me refiero al filo de una navaja, que es muy liviano.
No seas tan estúpido de confundir la pesadez de la navaja, de la decisión de cortar la carne, del peso de la carne y su grosor, con la liviandad del filo.
El filo que corta un cabello se parece a ese espejo que corta la imagen de lo real por la de su doble.
Un tema, (dry county - de B-52´s) puede tener esa liviandad y haberte hecho tomar tantas drogas que te hacían cortar el aire.
La liviandad que sale de la mirada del amor y te perfora, ese, el rayo de la poesía esa que dice que el amor es un rayo que te perfora los huesos. Esa liviandad del amor, ese rayo que te perfora los huesos, esa vigilia que no es toda en los ojos abiertos.
Ese soñar por no poder dormir.
Esa liviandad de elefantes hindúes, ese mosquito tibetano que te asesina y es el animal con alas más liviano del mundo.
Esa gota que perfora la roca.
Esa crueldad de cientos de psicópatas que metidos en el medio de tus agujeros negros –que son los de ellos también- nos llevan a la muerte cada día.
Esa liviandad que no tiene moral, que vive en la inocencia de ser solo su devenir.
Esa liviandad que te lleva a escribir sobre lo más pesado; condición primordial para poder levantar tus manos y mover tus dedos y leer lo que vas escribiendo y que esto no se confunda con lo pesado, que no sea la confusión de lo que lo pesado quiere decir, porque eso es lo único que quiere decir “lo pesado”: confusión.
La liviandad es otra cosa.
Es eso, la otra.
Es una mujer; siempre una que no se sabe quién es, pues su quién es una anomalidad, una circunstancia irrepetible, una sombra sin figura. Porque teniendo una doble no se repite, pues doble no es nunca ser dos. Su doble perfora las paredes, degüella la identidad, borra los rastros, no esconde secretos. Doble en el devenir que es el doble que deviene en doble siendo siempre un devenir.

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