miércoles, 1 de octubre de 2008

La idea dramática - 2º parte

Teatro de la mueca y la vibración: lo Distinto...

Mezclar

Las distintas partes, distintas y oscuras que se dan en una duración, en el movimiento que dan empujan la emergencia de una situación, que porta el sustantivo distinto como naturaleza vibratoria. Lo distinto no es una cualidad y es propiamente vibratorio, en el sentido de propiedad; una propiedad que se confunde con su disparo, con lo que depara y dispara de si.

La mueca es ya, en el actor, la mezcla distinta y oscura que señala el inicio de un gesto que se realiza en el espacio del cuerpo actuante, espacio que será el primer escenario. Decir que el primer escenario y espacio del actor es su propio cuerpo implica que la potencia de actuar se realiza en la encrucijada de un mixto de fuerzas ya presentes y no preexistentes a la vibración, a la propia encrucijada, a los distintos que hay en el cuerpo. Hay que sentir esa encrucijada, dejarse encrucijar por las fuerzas vibratorias, para entonces aparecer, dar/se presencia de y en esta encrucijada. Hacerse mueca, a sí mismo: devenir del distinto.

Una mueca revela por lo menos:

- La presencia activa del cuerpo por expresarse, evidentemente, por expresarse sin saber de qué se va a tratar su sentido de expresión pues sino sería una imagen, hasta un cliché y no una mueca.

- El escape apareciendo en nosotros, pues hace que podamos ver ese nosotros de golpe, ese nosotros donde lo secreto y lo público se hacen indiscernibles. Pues no habría nosotros sin la entrada en escena de ese secreto que nada esconde, ni eso público que quiere todo ya, aunque no sepa lo que quiere.


Para que nada se detenga, para que la presencia del cuerpo no pierda su valor de activa, es importante la vibración. Podría ser muy simple, si no fuera porque lo simple es siempre lo que nos deja tranquilos: lo claro y distinto que se da en nuestro lenguaje. Pero lo oscuro y distinto, la vibración, se introduce en el lenguaje, lo atraviesa y lo violenta. Es su afuera y su modo de hacerlo escapar, al lenguaje, de esa necesidad de lo ya conocido, o de la continuidad de lo conocido por lo conocido. Y, sin duda, el primer lenguaje está en el cuerpo. Por eso nos espanta un cuerpo antes que una palabra, o una palabra por la implicancia en el cuerpo que conlleva. Tortura, desaparecidos, represión, monstruoso, no “son” nada sin la idea en el cuerpo que expresan; pero entonces, ¡es simple!, el lenguaje del cuerpo usa disfraces muy simples y con sus máscaras, sus palabras, nos atrapa en su jaula. Retomar la vibración, desterritorializar el cuerpo y sus lenguas es retomar las vías de lo oscuro y distinto, las vías donde se tornan falsas las expectativas de simplicidad, que son represivas y sujetadoras, “simplemente”.



Dos Partes, dos Zonas

Desde una perspectiva, ahora cercana, se distribuyen diferentes aspectos del movimiento que se realiza. En uno, el escenario deviene paisaje del alma en el interior del actor. Un interior provisto de la tiniebla propia de lo virtual. Una noche donde habrá conciertos varios y los instrumentos que ejecuten este concierto se conocerán por su vibración. Es un paisaje que también se nutre de colores inseparables y distintos. Entre los colores nada, pues la nada ha devenido el paisaje mismo y entonces, es entre todo lo que ocurre, todo lo que se dispone en esta fábrica de algo. No hay tiempo ni para la violencia de los sentidos, en cuanto que los sentidos todavía no se han producido, “todavía”. Todo está en suspensión, de allí que el oído todavía no “exista”, ni el tacto, ni el olfato, etc. El nivel y lo que lo compone aquí es más importante que el sentido. El nivel mezcla y se hace de mezclas que viajan sin parar en su territorio. Una buena dosis de desconcierto en este concierto nocturno; pero es que la obra no se conoce aún. Es la situación de un vendedor que no tendría propiedades ni artículos que vender. Pero sí tiene un acontecimiento: ofrecer algo. Algo que no necesita de exposición ni de muestrarios. Es aquí donde surge la posibilidad de que se cree algo y con algo, más bien que nada. Es aquí que algo deviene creación ahora. Pero éste ahora designa otro tipo de tiempo por supuesto. Otra naturaleza, que es desde entonces donde estamos, en la otra parte que decíamos al comienzo de este párrafo. La otra Zona. Este territorio donde podemos perder todo lo que se estaba produciendo en la otra Zona-territorio de la fábrica. Y donde, tal vez, debamos perderlo todo, ya veremos.

Diagramamemos ciertos mixtos:

- Distinto-Oscuro / Mueca-Vibración
- Fábrica-Concierto / Cuerpo-Escenario
- Parte-Zona-Virtual / Parte-Zona-Actual
- Presencia-Propiedad / Creación-¿Perdición?; ...

Perderse deviene en territorio del sinsentido. La capacidad de perderse es por lo tanto una precisa potencia ambigua, precisamente inexacta. Esa es su naturaleza y su importancia vital. Así deviene necesaria esta capacidad. La inexactitud, promueve varias aperturas que se encuentran a diferentes niveles de la experiencia sensible.


Experimentación vs. Experiencia

Acá, es importante decir que no tomamos como sinónimos experiencia y experimentación. La experiencia deviene de lo sucedido en la gama de la historia y que puede ser incorporado a la misma, aún sin haber sucedido. Lo que sucede en la experiencia es lo virtual de un diagrama organizado, de virtualidades programadas de hecho. La experiencia es garantía de lo por suceder, aún más que de lo sucedido, es por derecho ella la que forma las normas. Define un futuro verdadero. Esa es su función, asegurar la forma de la veracidad por venir, la sujeción a un sistema de significaciones y subjetivaciones previo. Un cuerpo de la experiencia es de hecho un cuerpo que ya sabe, y es lo que ya se sabe de un cuerpo.
La experimentación, en cambio, es inseparable de lo sensible en el acto, virtual y actual. Es el registro intuitivo y exacto de las fuerzas que intervienen y se realizan en un acontecimiento. Es el futuro ya, por eso no programa el presente en función de una selección del pasado ni de una determinación de lo porvenir. Rompe la forma que se espera de la experiencia. La experimentación deforma, dobla la experiencia, en el sentido que es su Doble constitutivo y que se promueve en ala de la intuición. Un ala que posee plumas de anotación sobre la realidad. Un ala real tanto como virtual, para captar lo que deviene de la experiencia en línea de fuga y sentir lo que bloquea en la experiencia a estas líneas. Es el sentir interno de toda experiencia y su cuerpo sin forma. No sabemos lo que puede un cuerpo nos dice ya la experimentación, de golpe, desde lo más profundo del tiempo y desde sus mayores alturas también.
Por eso, la experimentación deviene en nosotros la creación de sinsentido y pérdida de un sujeto formativo y yoificado a un mundo. Pues perderse no es el caos, es habitar en varios mundos. A varios niveles. Viajar sin motivo cuando viajar es preciso. Un navegar que es preciso, sin mundo esférico a la vista, con mundos planos y superpuestos. Forzosamente múltiple este mundo del experimentador. El caos pues no existe, en tanto es inseparable de una membrana que se llama experimentación. Experimentación y caos, dos caras de un mismo plano de composición.

Hacer público... ¿vino el público?

Tal vez, el público en el teatro está en un lugar que se oscurece al comenzar la función para recordar a los artistas que, antes que nada, son ellos, los anónimos espectadores, los que habitan esa zona donde lo distinto no tiene que presentarse a la luz del sol sino mantenerse allí, oscuro. Para producir sentido desde su no saber, desde su experimentación directa con la novedad con la que se encontrarán. Tal vez, éste público, si lo hay, sea tan importante como el artista a la hora del acontecimiento dramático. Y el artista, no debería olvidarse, que esa oscuridad - de la que participa a su modo -, entonces, no le pertenece. Que si no estuviera esa oscuridad con ellos, sus posibles acontecimientos artísticos no dispondrían de un espacio de libertad para que aparezcan. Que él, artista, no debería considerarse el dueño del acontecimiento y sí el transmisor e interconector entre su distinción devenida de la oscuridad de sus creaciones y la distinción del público devenida presencia en la oscuridad de su participación. Entonces, el acto de imaginación, común a todas las artes, tendrá a su vez dos zonas también: la imaginación del público atravesada por lo que está asistiendo a sus cuerpos y la imaginación de los artistas atravesada por la oscuridad de sus acontecimientos. Entre las dos zonas surgirá el concierto, la obra; la comprobación siempre esperada e improbable de estar presentes en ese inexorable tener de la presencia.

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